Un 20 de agosto de 1920, su llanto se oyó al nacer en la casa de su abuelo, ubicada en la 1a Sur, entre Calle Central y 1a Oriente de Tuxtla Gutiérrez. En ese sitio hoy está el Congreso del Estado. 89 años después regresó al mismo lugar para recibir la Medalla Rosario Castellanos y a los 94, el Premio Chiapas. Aunque pasó varios años en el Salvador, es tuxtleco, es chiapaneco, es Fernán Pavía Farrera.
A los tres meses el pequeño Fernán fue llevado al Salvador. Su padre emigró por la revolución. Al pasar la efervescencia, unos 10 años después, regresaron. El menor entró a 4o Grado en la primaria Belisario Domínguez.
Luego emigró al Distrito Federal para estudiar la secundaria, preparatoria y en 1938 ingresó a la UNAM, de donde egresó como Médico Cirujano y Partero.
“Quedamos pocos”, dice sonriendo, al explicar que se cuida, come lo más natural posible.
Entrevistado en su consultorio ubicado en la 1a Norte entre 10 y 11 Poniente, el doctor Pavía Farrera nos cuenta con memoria prodigiosa, un resumen de los 89 años. De los primeros 10 no abunda mucho.
Solo dice que se sentía preso en El Salvador por los “robachicos” y que al llegar a Tuxtla se sintió libre. “Hasta de los zapatos me liberé”, dice sonriendo.
Tras hacer su servicio social en Ocozocautla y al egresar de la UNAM, el médico Fernán Pavía tuvo dos opciones para trabajar: Mazatlán y Tuxtla. “No lo pensé dos veces y elegí Tuxtla”, dice suspirando. Ahí comenzó la historia
Así, arribó al hospital Domingo Chanona, donde la primera cirugía anatómica fue realizada por el director José Esquinca Aguilar. Como médico residente y director de ese nosocomio durante 30 años, Fernán Pavía siguió como cirujano aportando mucho de lo que aprendió en teoría y práctica en la UNAM.
“Como cirujano y partero traje unos 600 tuxtlecos al mundo”, aclara sonriente. Es que el área de Maternidad se anexó al hospital donde era director. “Las tres parteras atendían partos normales, pero si se complicaba me llamaban”, dijo.
Tras sembrar durante años, el prolífico chiapaneco comenzó a cosechar. Y llegó el Premio Chiapas en el 2014, un poco tardío porque desde el 2008 Fernán Pavía había sido postulado para ese reconocimiento.
“Nunca he buscado los reconocimientos. No lo esperaba. Pero si se dan, bienvenidos y se reciben”, comenta sonriendo otra vez.
Agrega que se debe reconocer la acción, no al hombre.
“Es un honor y un compromiso recibirlo. No es festejar, sino demostrar porque se recibió”, explica.
- ¿Y la Medalla Rosario Castellanos 2009?
- Me sorprendió. Presenté en el Congreso local un simposium sobre el escudo de Chiapas, con un razonamiento para demostrar que el decreto del Congreso del año 2000 tenía muchos errores. El ingeniero Roberto Domínguez se enteró y me propuso para la medalla.
El cronista chiapaneco recuerda que trabajó mucho sobre el tema. Se propuso aclarar los hechos del Cañón del Sumidero, que nunca fueron esclarecidos.
“El escritor Jan de Vos se fue a España, al archivo de Indias y Salamanca, por información. Obtuvo buenos datos, pero su mentalidad extranjera no le permitió acoplar esos datos, y desvió el resultado hasta afirmar que no existieron los hechos del Sumidero”.
Cuando Fernán Pavía comenzó a escribir su libro, tuvo en sus manos el libro de Jan de Vos, vio que no había razonado bien la investigación, y con esos mismos documentos de Jan, aunado a otros, el investigador chiapaneco aclaró lo ocurrido en el Cañón del Sumidero.
“Localicé mentalmente el lugar, fui al sitio y lo hallé fácilmente; sostuve más de 50 conversaciones con arqueólogos, hasta concluir el libro mencionado”.
Este libro es uno los 56 escritos por Fernán Pavía a la fecha, por lo cual fue condecorado con el “libro de oro” en septiembre del 2016.
En 2015, a los 95 años de edad, el doctor Pavía Farrera razonó que la vida es corta y que en cualquier rato llega a su fin. “Pensé en dejar de escribir y doné mis cinco mil libros a la Unicach. Con esos ejemplares pude escribir mis 50 libros publicados”, dice.
A invitación del presidente de la Asociación de Cronistas de Chiapas, César Pineda del Valle, ingresó en 2001 y escribió 10 libros de crónica. En diciembre de 2017, se instituyó la Medalla Fernando Pavía Farrera, siendo el mismo el primero en recibirla.
Y no ha cesado de escribir. Y sigue dando consultas, incluso en el extranjero, por internet. “El ocio es la muerte”, dice.
Viendo hacia el futuro cercano, Fernán Pavía dice que no le gustaría ser recordado, sino leído. Que la gente valore y aproveche su legado, su herencia. “No vale la figura del hombre, sino su legado”, dice.
Se levanta. La entrevista terminó y la hora de consulta, también.
El es un tuxtleco singular, un chiapaneco connotado, un gran ser humano… es Fernán Pavía Farrera.
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