- María del Rosario Maza tiene un timbre de voz exquisito; sus manos tienen la cadencia de una ola movida al susurro de un beso enamorado
Canta con la naturalidad de un cenzontle, pinta con la sensibilidad de un ángel y compone con la pasión de un torbellino. Su talento ha sido aquilatado en Europa, pero en Chiapas se le relega a una esquina. Tuvo que auto publicar su poemario y da clases para poder vivir.
Su timbre de voz es exquisito, sus manos tienen la cadencia de una ola movida al susurro de un beso enamorado. Su sencillez y candor va en armonía con el taller donde nos concede la entrevista. Es María del Rosario Maza Hernández.
Tras entonar un bello bolero que enchina la piel de emoción por su tono alto, Rosario (que firmaba su obra como Maroma) dice que canta hace 29 años. Heredó el gusto por el canto de su padre Jacinto Gilberto Maza, quien estaba en el coro Fraternidad, donde ella empezó a cantar.
Maroma terminó la carrera técnica profesional de Educación Musical y siguió cultivando su voz en diferentes lugares y con varios maestros.
Ella no ha participado en La Voz México o La Academia, porque no le gustan esos escenarios.
“Me inclino por la música académica que no es comercial (rock, blues jazz, bolero)”. Y aunque puede cantar de todo, dice que nunca cantaría música de banda.
Rosario emigró a Europa hace 17 años. Estuvo allá dos años. “Mi esposo de ese momento fue a estudiar, pero el gobierno mexicano no lo becó. Como Adelita emigré para hacer trabajo negro. Limpiaba casas. Un amigo me invitó a cantar con un mariachi de Yugoslavia. Canté Cucurrucucu Paloma”. Todos quedaron maravillados. Fue el inicio de conciertos en la calle de Viena. Luego hizo lo propio en Alemania y Suiza.
“No me apena decirlo, de eso vivía, pagué la maestría de mi esposo, mi posgrado en el Conservatorio”, dice Rosario.
“Creo que no entendían nada los oyentes de Viena, pero lloraban, se quitaban prendas de encima y me la daban además de dar dinero en la guitarra”, agrega muy emocionada.
- ¿Ha tenido el apoyo del Gobierno? - Rosario sonríe melancólica.
- No, el arte en general no es apoyado por el gobierno. Siempre hay reportes presupuestales en lo que no debería haberlo: Arte, cultura y educación.
Maroma suspira, mira sus cuadros, algunos tienen la fecha del 99. Y no los ha podido vender. “El que se dedica al arte es un guerrero por hacer sensible a la gente, y mantener la sensibilidad en medio de un mundo de agresividad y violencia”.
Rosario sobrevive dando clases de canto en el taller de su amigo Raúl López García, en la 1a. Poniente entre 1a y 2a Norte de Tuxtla Gutiérrez. Atiende a personas de 5 a 80 años, los lunes, martes, jueves y viernes, de 6 pm a 8 pm.
Maroma se auto publicó un poemario con 25 composiciones. “No tengo más porque una persona del pasado me quemó cuadros, pinturas, y todo mi trabajo de años, el soporte de mi curriculum”, dice y sonríe optimista.
Canta para pagar sus materiales de pintura, pero las artes plásticas son su vida. Maroma canta con la naturalidad de un cenzontle, pinta con la sensibilidad de un ángel y compone con la pasión de un torbellino y sin embargo no se siente ni cantante ni pintora ni escritora. Es una mujer sencilla.
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