En
1962 el político socialdemócrata canadiense Tommas Douglas hizo popular una
fábula sobre el sistema político y la democracia representativa bipartidista de
los estados capitalistas de aquel tiempo. Se trata de una fábula que encaja
perfectamente en cualquier época y que describe la fórmula en cómo los
ciudadanos terminamos entrampados y rotando sobre una partidocracia que nos
vende espejitos como lo hacen hoy en México. Esta historia había nacido poco
antes con otro político de la misma corriente llamado Clarence Gillis y fue
titulada “Mouseland”: una tierra donde los ratones trataban de vivir, jugaban y
morían, tal y como lo hacemos nosotros justo ahora.
La
ironía se desencaja en cada una de las frases que la voz de Douglas va amalgamando
hasta mostrar que esos ratones podemos ser usted o yo, y que estamos, ahora
mismo, inmersos en la antesala electoral 2018. Nosotros, por ejemplo, cada tercer
año tenemos una votación intermedia y cada seis las elecciones donde nos
jugamos el todo por el todo, y nuestro destino es, siempre, sentenciado a
empeorar. Ellos (los ratones de la fábula) tenían un parlamento y cada cuatro
años celebraban sus comicios. La similitud es ingente: todos (ellos y nosotros)
caminamos rumbo a las urnas y votamos. Algunos, dice la fábula, “hasta obtenían
alguna ventaja, una ventaja que recibían cada cuatro años, como es lo normal”.
En efecto: eso nos pasa a usted y a mí, o a alguien conocido.
La
historia es tan real cuando imaginamos a esos ratones asistir a las urnas y
votar pese que elegían “a enormes y gordos gatos negros”. Sí, ya sé que usted
puede pensar que es demasiado burdo creer que esto se nos parece. Piensa,
seguro estoy, que no sólo es insólito el elegir gatos siendo ratones, tomando
en cuenta la naturaleza de cada uno. Pero es, quizá, en ese factor donde todo
empata y se empantana. Mire la historia de México. Mire la de Chiapas.
Júzguelas en los últimos 20 años, para no ir tan lejos, y verá que esos
monstruos que nos han gobernado son de la misma naturaleza que esos gatos
gordos y hambrientos.
Douglas
cuenta que “los gatos eran buenos compañeros y conducían el gobierno
dignamente”. Es decir, “elaboraban buenas leyes para los gatos”. Y es aquí
donde la liga se revienta por lo más delgado. Si las leyes son buenas para los
gatos, por lógica éstas no lo eran para los ratones (no sé por qué pensé en las
reformas punitivas, por poner ejemplos a la mano). Y la fábula continúa: “una
de las leyes decía que la entrada a la ratonera debía ser tan grande como para
que un gato pudiera meter su pata en ella. Otra, que los ratones solo podían
moverse a ciertas velocidades, para que el gato consiguiera desayuno sin
realizar mucho esfuerzo físico”.
Así,
lo que para los gatos era justicia y apego a los normas, para los ratones era
injusticia pura y sentencia a una muerte lenta y mísera. La sociedad de
ratoncitos se hartó de estas anomalías, de estas corruptelas y se unió, y
decidieron castigar a los gordos gatos negros. Pero las costumbres, dicen por
ahí, se terminan haciendo leyes y en vez de poner a uno igual a ellos
decidieron votar por los gatos blancos. Aquí entendemos que lavar el cerebro a
la gente no cuesta tanto. Las campañas de posicionamiento funcionan y el
marketing político (así le llaman ahora) lo sabe perfectamente. De ahí que los
gatos blancos modificaron la forma, pero nunca el fondo. Así, afirmaron que lo
que necesitaba Mouseland, “era una visión de futuro”. La propuesta para
solucionar el problema era “las entradas redondas de las ratoneras”. Eficaces
en la verborragia, sentenciaron: “si ustedes nos eligen, las construiremos
cuadradas”. Y lo hicieron. Sí, lo consumaron. Todo cambió. Cumplieron las
formas y dejaron el fondo. Ahora, “las entradas cuadradas eran el doble de las
redondas y el gato podía meter las dos patas”. Lógico, la vida de los ratones
empeoró y mucho. La alternancia fue un fraude terrible.
Se
habían equivocado, como lo hemos hecho nosotros un sinnúmero de veces.
Entonces, cansados del abuso de la transición del poder decidieron retornar al
abuso mesurado y menos hosco de los negros gatos. Y cuando se dieron cuenta que
todo estaba relegado al fallo y que desde al sistema lo controlaban los gatos
negros en complacencia de los blancos, “trataron con gatos mitad negro, mitad
blanco y lo llamaron coalición”, o Frente Amplio o Alianza Electoral o
Candidatura Común, o como usted quiera bautizarlo en estos tiempos de modas y
adecuaciones.
Douglas
dice que en Mauseland los ratones se desesperaron e “intentaron dar el gobierno
a gatos con manchas”. Esta especie, tan peligrosa como las otras, “era de gatos
que intentaban sonar como ratones pero que comían como gatos”. Y aquí, coincido
plenamente con Tommas Douglas: el problema no radica en el color de los gatos.
La causa y origen de todo el problema era (y es para nosotros) que eran gatos
y, por ende, sólo miraban los intereses de su especie y no le importaba la de
los ratones. Lógica pura dicen se le llama.
La
fábula tiene un final irónico que es un reflejo de este país que amamos y que
vemos desmoronarse sexenio a sexenio. “Finalmente, llegó desde lejos un ratoncito
quién tuvo una idea” y propuso que se eligiera un gobierno de ratones, y como
las ideas que vienen de los nuestros no nos gustan porque padecemos del síndrome
del cangrejo, como lo padecían los ratones, lo acusaron de “comunista” y lo
metieron a cárcel. ¡Tan, tan!
Irónico,
¿no? Pero es tan real como que esto que nosotros vemos (y criticamos) no va a
mejorar hasta que dejemos de seguir solapando las mismas corruptelas y siendo
parte del mismo mal. Me despido con el cierre de Tommas Douglas: “Quiero recordarles
que pueden encerrar a un ratón, o a un hombre, pero lo que nunca podrán
encerrar serán las ideas”.
Manjar
Hace apenas unos días cumplió años mi amigo
periodista Pepe Toledo, un hombre con un corazón de oro. Desde estas líneas mi
abrazo fuerte para él. Ah, y de la tiendita y el Oxxo que los envidiosos
querrán que yo le ponga, dejen les platico luego. #SaludySaludos // La recomendación de hoy es el libro Libertad bajo palabra de Octavio paz y el disco Help de The Beatles. // Recuerde: no compre mascotas, mejor adopte.
// Si no tiene nada mejor qué hacer, póngase a leer.
*
Miembro de la Asociación de Columnistas Chiapanecos.
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