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miércoles, 23 de mayo de 2018

MOCRI / Cortejo fúnebre… y manifestación

Era cortejo fúnebre, pero parecía manifestación. Todos con tubos y palos, coreando consignas combativas. El contingente avanzó, bloqueando el tráfico vehicular a veces en los dos carriles, bajo el calcinante sol del mediodía. El dirigente campesino fue inhumado en el Panteón Municipal de Tuxtla Gutiérrez.

El pequeño Luis, de tan solo 12 años, se apoya sobre el garrote que mide 1.30 metros, apenas 10 centímetros menos que él. Espera impaciente a que inicie la marcha hacia el camposanto.

Sobre al bulevar Fidel Velázquez, en los límites entre el fraccionamiento Las Águilas y la colonia Emiliano Zapata, ambos carriles están bloqueados. Cientos de hombres y mujeres, jóvenes y señoritas, incluso ancianos y niños, esperan afuera. Adentro de una casa, se oyen rezos

Una patrulla y dos moto patrullas de Tránsito Municipal están listas para encabezar el cortejo fúnebre. Esperan en la esquina de la calle Águila Blanca, a solo 20 metros de la carroza.

Los habitantes se asoman a las ventanas, asustados, no saben lo que ocurre.  Al ver a los del Mocri con palos y tubos, y a la policía en el lugar, creen que habrá enfrentamiento.

La especulación crece cuando el contingente avanza y comienzan los gritos: “El pueblo unido, jamás será vencido”, “El pueblo callado, jamás será escuchado”, “Aquí allá la lucha seguirá”.

El sol descarga su látigo inmisericorde sobre la espalda de los que avanzan lento. Es mediodía. Luis avanza al frente, no le gusta ir atrás. Tiene espíritu de líder, pero aún no entiende el porqué todos portan garrotes, si no es una manifestación. Menos entiende la cruda realidad de la muerte, esa que se llevó al dirigente Alfonso Cejas Chávez.

Fue la madrugada de este martes cuando el líder natural  murió de muerte “natural”, dicen. Algunos aseguran que fue de diabetes; realmente  fue de cirrosis hepática.

La ausencia en la dirigencia será ocupada, pero el vacío en su hogar nadie lo llenará, ni siquiera los cientos de solidarios que acompañan el cortejo fúnebre ni las consignas de “Zapata vive, la lucha sigue y sigue”.

Zapata no vive, tampoco Alfonso Cejas, si acaso le suceden su legado fresco aún en la memoria de los que, con garrote en mano, quieren ser una extensión de la lucha encabezada por ambos.

Los agentes de vialidad poco pudieron hacer para evitar el caos vehicular por las calles obstruidas con el contingente. La camioneta con las pocas flores se perdió entre el mar de gente. Por lo cual más de uno creyó que era una manifestación.

Tras la inhumación de Alfonso, los del Mocri regresaron a pie o en colectivos a su bastión zapatista, con su inseparable garrote. El pequeño Luis siguió reflexivo, pensando sobre la futilidad de la vida y los garrotes.

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