La calle fue el ring donde dos mujeres que en otro momento fueron amigas, ahora dirimieron sus diferencias a golpes. Unos dicen que son meretrices de la vía pública, pero no peleaban por cliente, sino por una deuda económica.
Primero salieron a relucir palabras altisonantes, esas que hieren más que filoso puñal, porque atraviesan los sentimientos. Luego desfilaron los golpes.
Las dos mujeres eran corpulentas. Es el resultado de comer y estar sentadas en la vía pública, esperando a quien desee pagar por caricias prohibidas.
Tal vez dolidas porque nadie requirió sus servicios o quizá por desamor, las féminas ingresaron a una de las varias cantinas que roban la paz y calma de los vecinos en el Centro de Tuxtla.
Bebieron conforme a su poco dinero y gran sed de olvidar las penas. Y ya ebrias salieron a la 4ª Oriente y 5ª Sur de Tuxtla, donde asomaron los reclamos. El resentimiento por los clientes disputados estaba como león dormido y… despertó.
Una bofetada a una fue contestada con un tirón de pelo a la otra.
La más corpulenta tiró a su oponente al suelo. Las demás mujeres que andaban cerca rodearon a las rijosas, pero no las apartaron.
Fue hasta que llegó al lugar la policía que se apartaron. Una fue detenida, la otra huyó y se refugió en una terminal de colectivos. Se tiró al suelo. El policía intentó levantarla, pero fue imposible. Su peso corporal lo impidió… La salvó la gordura.
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