La determinación del nuevo gobierno estatal y los socios concesionarios para finalmente consumar la desaparición del Sistema de Transportes Urbanos de Tuxtla S.A. de C.V. (Situtsa), mejor conocido como Conejobus, es inevitable. La corrupción de administraciones pasadas y la millonaria deuda heredada han vuelto a la situación financiera de la empresa prácticamente insostenible.
De acuerdo a datos de la propia Secretaría de Transportes en Chiapas, actualmente el Conejobus arrastra un quebranto financiero de más de 200 millones de pesos. Se deben más de 12 millones de pesos en pagos a los socios concesionarios y solamente funcionan 30 unidades de las existentes; entre 60 y 70 camiones se encuentran varados y abandonados tras desperfectos que simplemente ya no se repararon.
El Conejobus es sin duda un negocio rentable, con errores administrativos de origen y problemas de corrupción que han mermado su situación con el paso de los años. Las negociaciones del entonces gobernador Juan Sabines Guerrero con el grupo de 135 concesionarios, que hasta 2010 tenían el control absoluto de las dos rutas con mayor demanda de la capital chiapaneca, dejaron importantes debilidades financieras como parte de los acuerdos políticos para consumar la llamada “modernización del transporte público”.
Desde ese entonces el Gobierno de Chiapas comprometió el pago de más de dos millones de pesos mensuales a los concesionarios (entre 15 mil y 19 mil pesos a cada uno), por el sólo hecho de no oponerse a la salida de sus viejas unidades y permitir la entrada de los nuevos camiones. Así se conformó la nueva asociación de concesionarios cuya mayor “inversión” fue acordar con Sabines Guerrero facilitar la aplicación del proyecto.
Se trataba de concesiones que bien pudieron ser reubicadas en otras rutas o suspendidas por irregularidades evidentes en la calidad del servicio, el estado de las unidades u otras tantas deficiencias que los usuarios aún padecen en otras rutas de la capital chiapaneca, igual de deficientes. Pero se trató de un acuerdo político que iba más allá de la rentabilidad futura para la empresa. Fueron acuerdos de momento, de gobernabilidad temporal que dejaron discordancias financieras insostenibles.
Hoy, después de años de corrupción y malas administraciones, la desaparición del Conejobus parece inevitable. Se prepara al interior de la Secretaría de Transportes un plan de liquidación a los socios para luego otorgarle nuevas concesiones en otras rutas “rentables”. En lugar del Sistutsa ya hay negociaciones avanzadas con una empresa de presencia nacional para que se haga cargo del servicio, con la incorporación de nuevas unidades.
Y es que se trata de las rutas mas restables dentro del sistema de transporte público en la capital chiapaneca. El Conejobus ingresan mensualmente cinco millones de pesos, con un movilización promedio de 40 mil pasajeros al día. 40 mil pasajeros diarios, por 30 unidades en funcionamiento (a seis pesos el costo del pasaje), significan un promedio de 240 mil pesos diarios o 7.2 millones de pesos al mes. Y conste que estamos hablando únicamente de 30 de las 90 unidades puestas en operaciones al comienzo de la empresa.
Los cambios se esperan a más tardar para a finales del presente año o principios de 2020. Se trata de un medida necesaria e impostergable para terminar de una vez por todas con una empresa viciada de origen y, finalmente, dar el siguiente paso de la modernización del transporte público que todavía tiene bastantes pendientes en lo que a la calidad y comodidad de servicios se refiere… así las cosas.
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