Carlos despertó con un mal sabor de boca y no precisamente por falta de cepillado, sino por la desagradable sorpresa de ver su Vochito abierto, sin el equipo de sonido. Es el enésimo robo sufrido en 15 días.
Carlos sonríe a pesar de todo. Es la tranquilidad de quien sabe que hay un Dios que todo lo ve y un día juzgará con rectitud para dar a cada uno según sus obras, pero como todo ser humano que es víctima de la delincuencia, sufre la pérdida de un bien adquirido con esfuerzo.
Fruto de su arduo trabajo, Carlos se compró un Vochito. Hace 15 días, lo dejó en el Centro de Tuxtla, cerca de su trabajo. Los amantes de lo ajeno se llevaron la batería nueva que recién había comprado. Le dolió. Aún así sonrió y volvió a comprar otra batería. Esta vez la encadenó para evitar el robo.
Hoy, al salir de su casa ubicada en la colonia Bienestar Social, vio su Vochito abierto de nuevo. Los amantes del dinero fácil quitaron el cristal para abrir la portezuela y robar el equipo de sonido. Carlos sintió un dolor en el pecho.
A todos nos duele que haya personas que rehuyendo el trabajo honesto, arduo, prefieran robar lo que con tanto esfuerzo un ciudadano industrioso y diligente logró adquirir.
"Me faltó encadenar mi estéreo. Ahora voy a tener que encadenar todo el Vochito", dice sonriente Carlos, quien deja en las manos de Dios esta situación, pero lamenta que la Policía Municipal de Tuxtla, inmediata responsable de salvaguardar la integridad física y patrimonial de las tuxtlecas y tuxtlecos, no esté cumpliendo su deber. Prueba de ello son las estadísticas que ubican a la capital chiapaneca como una de las peores ciudades del país para vivir, por su inseguridad y otras carencias.
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