Sus pequeñas manos toman una piedra al ver a la persona que se acerca. Hace una pausa y luego suelta el proyectil. El hombre le ha dicho que no le hará daño. Y mientras baja las manos para soltar el objeto, baja la cabeza apenada... Baja también la guardia. Ella vive a la defensiva. Unos la catalogan como loca. Otros, entienden su dolor y la compadecen. Ella es un ser humano con necesidad de afecto, como todos. Ella ha vivido un calvario que muchos ignoran. Ella es Beti.
Habla poco. Prefiere guardar silencio. Las pocas veces que articula palabras es para maldecir. Y de las palabras pasa a los hechos: Agrede físicamente lanzando piedras a quien osa invadir el espacio delimitado en su mente como suyo.
La figura menuda de la mujer se ve recorriendo a diario las calles de la colonia Las Granjas, al norte oriente de Tuxtla Gutiérrez. Descalza, con un short y una playera negra (casi siempre viste lo mismo) la mujer de tez morena, cabello corto, avanza entre la polvorienta calle Jalisco y avenida Colima. Es su zona de seguridad. Y quien lo invade debe atenerse a las consecuencias.
- Beti avienta piedras, pide dinero. Si no le damos se enoja y nos tira piedras.
Explica un vecino que observa a lo lejos a la mujer. Así prefieren verla muchos... Temerosos, precavidos cuando no Pilatos indiferentes o multitud enardecida lista a crucificarla. Pero el calvario ya fue adelantado para Beti, aunque muchos lo ignoren.
La madre de Beti sale cada día a buscar trabajo. También ella está enferma. A veces regresa con un poco de dinero y comida. A veces las manos y el estómago regresan vacíos. Por eso Beti pide dinero, para subsistir. Madre e hija sufren de trastornos de la conducta y otros achaques físicos.
Beti es de talla baja (enanita le dicen algunos despectivamente). Junto con el complejo y trauma por su físico, Beti carga con lozas emocionales desde su infancia. Le han hecho mucho daño y por eso decidió tomar el escudo de la agresividad y vivir a la defensiva con una actitud ofensiva.
Algunos vecinos están molestos con ella, pues aseguran que los ha golpeado aventándoles piedras. Y los golpes dueien. Lo que pocos entienden es que los moretones causados por las piedras sanan en unos días, pero las heridas del alma tardan años o quizá no sanen nunca. Y son muchos los que han herido emocionalmente a Beti y a su madre.
- Creo que nesecitan ayuda psicológica, hija y madre
Agrega una vecina compasiva.
Beti se percata de que es observada de lejos. El hombre que se le acercó le dio unas monedas y se ha retirado. Confundida agacha la cabeza, como si se avergonzara de lo que iba hacer y de lo que hizo: golpear a las personas.
La vecina se pone triste al ver a Beti tan pequeña, tan frágil y desvalida como un niño huérfano, como oveja sin pastor. Casi a punto del llanto la mujer exclama:
"Sí, es bueno que la vengan a ver algunas autoridades, sí necesitan de ayuda ella y su madre. A veces se pone en el vil sol, acostada en la banqueta... Ojalá las vean".
La vecina hace una pausa y esta vez no contiene el llanto al decir que varios vecinos han golpeado con las manos o con objetos a Beti cuando ella los apredea. También la bañan con agua fría, según para calmarla.
Beti se retira a su claustro. Prefiere hacerlo para no lastimar a nadie y que nadie la hiera a ella. La pequeña figura se pierde a lo lejos. Varios la seguirán viendo como la "enanita agresiva y loca". Pero otros, como la vecina entrevistada, pensarán como Napoleón Bonaparte, quien al ser de baja estatura física, dijo: "La grandeza de un hombre no se mide de los pies a la cabeza, sino de la cabeza al cielo".
Ojaiá que no seamos enanos emocionales y con la grandeza de espíritu, agigantados, ayudemos a Beti y su madre, evitando las críticas y golpes. Dándoles unas monedas o comida. Ojalá que alguna aurtoridad (Unevig y DIF) intervengan para evitar la violencia de ambas partes y se canalice a Beti y a su madre para recibir un tratamiento psicológico.
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