El barrio se llama Los Milagros, pero no hubo uno para la mujer atribulada que en vano buscó alternativas a su problema emocional. Su mente ofuscada no alcanzó a discernir la posible solución y solo vio la salida engañosa que el espejismo del dolor mental le ofreció: Sucumbió a la tentación y se hundió en la arena movediza del suicidio.
Como ingeniera, supo construir edificios, pudo crear caminos y puentes, pero no atinó a edificar un matrimonio sólido capaz de soportar los embates de las discusiones y los sismos de las adversidades. Viendo que el abismo era insalvable y que no había puente para salvar la distancia creada en la familia, la mujer prefirió la "única salida".
Para quedar sola, envió a sus menores hijos a la tienda de la esquina. Estos corrieron emocionados para comprar golosinas, sin saber que al regresar el dulce sabor se tornaría amargo. La madre subió a la azotea de su departamento en renta ubicado en la 7ª Sur y 6ª Poniente del barrio Los Milagros, en Tuxtla Gutiérrez. Para cometer el suicidio, tomó una sábana para ahorcarse.
Según testigos, momentos antes del trágico desenlace habían oído discusiones, en el departamento contiguo, pero nunca imaginaron que "sería para tanto".
El cuerpo sin vida fue llevado al Servicio Médico Forense (Semefo) para la necropsia de ley. Así se sabrá el "motivo" del deceso, mas esa prueba no podrá revelar los pensamientos abigarrados de la mujer que la orillaron a tan lamentable acción.
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