La olla de presión se había estado cargando durante el día. La falta de pasaje se sumaba al tráfico y el consumo de gasolina cuyo precio roza los cielos. Pasar frente a la gasolinera y ver el costo del litro ponía de mal humor al chofer del colectivo. Pensar en la cuenta para el patrón, llenar el tanque, lavar la unidad… no alcanzaría. ¿Y para la casa? llegaría con las manos vacías. ¿Y si la esposa no lo creía? ¿Y si salía con que a lo mejor tiene una amante a la que le está dando el dinero? No eso no. Tenía que aplicarse a fondo, “meterle pata”.
A la orilla de la carretera a la salida de Copoya, un pasaje hizo la parada. Pero cuando el reflexivo chofer estaba por detenerse, otro colectivo lo rebasó y le ganó el pasaje. Ya lo había “peinado” antes. Se traían pleito casado. Esta vez el “agraviado” no aguantó. Y comenzaron a correr e insultarse.
Ante de llegar al libramiento Sur de Tuxtla, las unidades de la línea Copoya La Lomita ruta 6000 y Copoya El Llano Ruta 8000, se estacionaron aprovechando el semáforo en rojo. Los choferes descendieron tras una mirada cómplice en la que se dijeron todo. Había rencor en los ojos y odio en el alma. Por fortuna nadie llevaba arma o garrote. El pleito fue a mano limpia.
El más delgado lanzó puñetazos que no dieron en el blanco. El más gordito sabedor de que le faltaba agilidad, abrazó al oponente. Lo aprendió de las peleas del Canelo. Y le funcionó, evitó la paliza. Y sin darse cuenta a los dos les cayó bien los abrazos. Se desahogaron y no hubo daños físicos en nadie. Como buenos seguidores de AMLO, hicieron válida la frase de “abrazos, no balazos”.
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