* Al ir de compras, se le cayó el dinero que llevaba en el sostén. Una mujer, en vez de darle la cartera a Minerva, se la quedó; pero fue descubierta y obligada a devolver lo robado.
Minerva está desesperada. Su rostro denota el temor que la aterra. Por su mente pasan las posibilidades venideras, desde que no habrá comida en casa hasta la reacción iracunda de su esposo. Y tiembla de pánico mientras se lleva la mano una y otra vez al pecho, donde momentos antes llevaba su cartera. La perdió y con ella se fue su tranquilidad. Pero no se da por vencida y encara a la mujer que –según testigos- tomó el accesorio femenino.
Minerva (seudónimo) luce pálida, demacrada. No es para menos. Minutos antes llegó al mercado San Juan, al sur oriente de Tuxtla Gutiérrez. Se dispuso a comprar la despensa semanal. Pero al inclinarse para escoger unas frutas, sin darse cuenta la cartera que llevaba en el sostén se le cayó.
A su lado, otra mujer también compraba frutas. Y hábilmente tomó la cartera caída. “Aquí no atienden rápido, mejor vámonos”, le dijo en voz alta la mujer a su esposo y se marcharon. Minerva terminó de escoger sus productos y cuando buscó su cartera en el sostén para pagar, palideció. La cartera no estaba. Desesperada buscó el dinero por todos lados.
“Yo vi quién se llevó su cartera”, dijo una mujer. Y señaló a la pareja que se alejaba del mercado. Minerva corrió tras ellos y detuvo a la mujer. “Deme mi cartera señora. Usted la tomó”, le dijo.
La mujer fingió estar sorprendida. “Tas loca, yo no tomé nada”, aseguró y quiso seguir su camino. El hombre se quedó desconcertado, pues no sabía lo que ocurría.
Minerva persiguió a la mujer y la obligó a regresar al local donde la dueña y una clienta la identificaron como quien había tomado la cartera. “Ahí está la cámara, quedó grabado”, le dijeron. La mujer siguió negando la acusación. El hombre se indignó. “A ver revisen la cámara, pero ya, porque tengo prisa”.
Minerva llamó a la Policía Municipal. Se cansó de esperar. La mujer sospechosa comenzó a caminar poco a poco hacia la orilla. Y frente a la virgencita, como arrepentida o avergonzada o por temor a ser detenida por la policía que llegaría en cualquier momento, metió la mano a su bolso de mano y sacó la cartera de Minerva. “Tenga, pero yo no la robé, yo la encontré tirada y no sabía que era de usted. Aquí no ha pasado nada”, dijo y se marchó.
Minerva pagó y agradeció a las mujeres que la ayudaron. Temblando aún, se retiró a casa con la despensa. Mucho después aparecieron dos policías municipales en el mercado. Como siempre, llegaron tarde a la cita.
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