Su mirada atenta a las monedas y sus manos activas golpeando las teclas con la esperanza de ganar. Y volvió a perder. Eso lo hace reaccionar y golpear molesto la máquina tragamoneda. Es lo más violento que se puede ver a Luis. El resto del tiempo sonríe y sirve siempre.
Es joven, casi siempre viste la misma ropa y solo se diferencia por el chaleco fosforescente que a veces es color naranja y otras, verde. Los chalecos se los obsequiaron personas de buen corazón. También porta un silbato sonoro.
A Luis se solía verlo en la calle Tucanes y libramiento Sur, o en la calzada Señor del Pozo y libramiento Sur. Ahí hacía labores de agente de tránsito pie tierra, pero con el inicio de la obra fue desplazado. Y emigró. Ahora llega al centro de la capital chiapaneca donde en los cruceros agiliza el tráfico vehicular.
A la calle Tucanes y avenida Cóndor de la colonia Los Pájaros, Luis llega para jugar maquinita. Se ilusiona conque esta vez será diferente y ganará. Pero vuelve a perder. Y en minutos la máquina se queda con lo que a Luis le llevó horas ganar.
Luis sufre de sus facultades mentales. Son muchos los que despectivamente le gritan loco, pero Luis les corresponde con una sonrisa. Otros, saben de su tragedia y lo apoyan con unas monedas. Luis es luchón. A veces se para en la puerta del Oxxo en la calle Tucanes y avenida Cisne de la colonia Los Pájaros, donde abre y cierra a cambio de propinas. En los cruceros ayuda como agente de tránsito voluntario y siempre lleva consigo una franela con la cual limpia los parabrisas de los autos.
- Luis - le gritan desde un auto. Luis corre y limpia el parabrisas.
Sonríe y recibe las monedas que le dieron.
Otro auto se detiene. El conductor llama al joven y pregunta.
- ¿Cómo te llamas?
- Luis
- ¿Dónde vives?
Luis señala hacia el sur oriente. ¿La 6 de Junio? pregunta el automovilista. Y Luis asienta sonriendo.
- ¿Tienes papá?
Luis se desconcierta, mira a los niños que viajan en el automóvil y sonriente repite “papá”.
Cortés, pero firme, Luis deja la breve entrevista y mejor limpia el parabrisas. A cambio recibe unas monedas.
Ya ha ganado varias monedas y la tentación es irresistible. Enfila sus pasos a la esquina que domina, Tucanes y Cóndor. Luis deposita sus monedas en la maquinita ávida de dinero. Está programada para recibir mucho y dar poco. Luis se ilusiona con ganar esta vez y en dos ocasiones pierde todo. No hubo tercera oportunidad. Y se molesta y golpea la máquina.
El día declina. De oriente a poniente sobre la avenida Cóndor circula una camioneta blanca del SMAPA. En la góndola viajan varios trabajadores que concluyeron su jornada. Al ver al joven golpeando la máquina le gritan:
- ¡Luis!
Luis voltea, sonríe y corre para subirse a la góndola del vehículo que no se detiene. Todos lo palmean y sonríen, bromean con Luis. Lo llevan a su oficina donde tras checar salida, seguro comerán juntos.
Luis sufre de sus facultades mentales, pero nunca pierde la ubicación (sabe regresar a casa, esté donde esté). Tampoco pierde el espíritu de servicio. Es cierto que su labor no es como la de un oficial en sus cinco sentidos, es cierto que su franela no alcanza a limpiar muy bien los parabrisas de los autos, pero lo que se reconoce es la actitud de Luis: nunca deja de sonreír y servir.
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