Teresa no lo puede creer. Acudió al Panteón Ejidal de Terán donde yacen los restos de su esposo, pero halló cerrado el camposanto. Como ella, cientos de familias tendrán que esperar al 3 de noviembre para llevar flores y visitar la tumba de sus seres queridos. El argumento para el cierre fue la pandemia del Covid-19.
“No puede ser”, dice Teresa que sostiene en sus brazos un ramo de flores amarillas. Su esposo falleció hace ocho años. “Por mi enfermedad y por la crisis no puedo venir seguido, para traerle flores a mi viejito, pero hoy sí me animé, solo para hallar cerrado. Sabe Dios con qué sacrificio pude caminar y venir”, asegura triste.
El letrero a la entrada del panteón advierte sobre el cierre desde el 31 de octubre hasta el 2 de noviembre. El comité tomó la decisión de cerrar “para evitar la propagación del Covid-19”, explica el letrero.
“Están locos”, dice Aracely, que tiene en el panteón mencionado a su hijita de dos años. “Cómo se les ocurre cerrar en estos días, en qué cabeza cabe eso. Es cierto que hay Covid aún, pero como los demás panteones abrieron pues. No era necesario cerrar, con que hubieran aplicado los filtros y medidas de los otros panteones con eso era suficiente”, asegura. Teresa asienta con la cabeza. Esa era una buena opción para no truncar los deseos y el derecho de los familiares de visitar a sus amados que partieron.
“Déjate del cansancio y dolor que tengo por venir de vicio. El gasto que hice. Mis flores para mañana ya van a estar marchitas, y para el miércoles, peor. Ni modo que las traiga toda secas. Ni modo, voy a tener que gastar de nuevo. Qué coraje, no se vale”, exclama Teresa y se retira con paso lento, con el peso de los 70 años de edad, con artritis, con las flores y con el pesar de no haber podido ingresar. La misma experiencia la vivieron cientos de familias.
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