TUXTLA / Rezos, baile y comida en honor a la Virgen de Guadalupe

* Unos como Martha, la hermana de Lázaro, están buscando temporalidad. Otros, como María Magdalena, están buscando eternidad.

"La Guadalupana, la Guadalupana, la Guadalupana bajó al Tepeyac" cantan cinco mujeres, dos hombres y una niña frente a la Virgen de Guadalupe en el mercado San Juan. Los demás están afanados en sus actividades diarias. La música suena, se alista la cerveza y la comida. Pocos participan de la parte espiritual; todos se sumarán al baile, comida y bebida.

Llegaron temprano a su local y los locatarios se sorprenden con dos noticias. La mala: Murió Vicente Fernández. La buena: Bajó el tomate rojo a 16 pesos el kilo.

En el mercado San Juan hay tres nichos con una imagen de la Virgen morena. En el que está al lado poniente, hay rezos y cantos. Pero solo ocho personas participan, evocando a los ocho que entraron al arca de Noé y se salvaron del diluvio de agua

En el nicho de en medio una solitaria mujer de la tercera edad se detiene un momento. Se persigna. Los locales de frutas y verduras aledaños se quitaron para hacer espacio a la pista de baile. En las mesas colocadas varios locatarios conviven. Uno ya está ebrio.

En el nicho de lado oriente, una hielera llena con cervezas y hielo, resguardada celosamente por un hombre. A tres metros de ahí, cinco mujeres indígenas alistan la comida.

La música ya suena calentando motores. Y aunque no es música de tambor y carrizo, un pequeño para chico mueve los pies mientras desayuna sentado en una silla. Reúne energías para danzar luego.

En el local de comidas, el dueño del local "La Oveja negra" sirve el consomé de borrego mientras escucha una canción de Vicente Fernández. "Alguien que como yo no sea un desastre", dice parte de la canción del recién fallecido. "Obeja negra" dice en el mismo local. El error ortográfico completa la escena dibujada por la canción que habla de un hombre que es un "desastre", la oveja negra que por error al tomar decisiones acabó siendo una "obeja negra".

Afuera del mercado, en la vía de acceso, cuatro vendedores de elotes por costal, ingieren cerveza. Ya están ebrios. Uno canta la canción de Antonio Aguilar "Un puño de tierra". Otro, entona la canción de "Chentillo" "La barca en que me iré". Comentan, piensan en la muerte del artista y la suya, inminente. Se consuelan con el alcohol para mitigar la pena ajena y propia.

Y mientras todos están absortos en sus actividades cotidianas, las tres vírgenes en sus nichos, rodeadas de flores y veladoras, contemplan silenciosas los globos de color verde, blanco y rojo. Hoy están, mañana, no. Como las personas congregadas hoy. Como todo ser humano mortal. Unos, como Martha, la hermana de Lázaro, están buscando temporalidad. Otros, como María Magdalena, están buscando eternidad.