* La gente los recrimina por yerros, pero no reconoce sus aciertos. No les dan las gracias, menos su Navidad.
Es de noche. Cuatro hombres unen fuerzas en la esquina de calle Campeche y avenida 1o. De Mayo de la colonia Moderna. Uno tiene un pico, otro una varilla metálica, los otros dos levantan la tapa metálica. Entre todos abrieron el pase del agua.
"Lo tenemos que hacer así, porque el valvulista viene cuando quiere. A veces se emborracha y no se acuerda de abrir. O si viene le abre poco al pase y el chorro no tiene potencia para subir al tinaco del segundo piso", dice uno de los cuatro al verse descubierto por un peatón.
"Es cierto, hay compañeros así, pero también habemos responsables, cumplidores y eso no lo dice la gente. No nos dan ni las gracias, menos nuestra Navidad como a los de la basura" enfatiza Vicente, un valvulista del SMAPA.
El trabajo del valvulista parece fácil, pero no lo es. Debe tener una agenda bien trazada de su ruta. Conducir la moto con las dos varillas metálicas que usa en su labor es de alto riesgo. Una, la más larga, va del lado derecho. Con los traqueteos de los baches puede caer y enredarse con la llanta. El garfio o ganzúa con que se levanta la tapa del pozo de registro va sobre el tablero, en el manubrio. También estorba y puede caer.
Levantar la pesada tapa metálica requiere fuerza y habilidad para no sufrir lesión en la columna. Pero lo más difícil es enfrentar a la gente que recrimina a los valvulistas.
El sueldo percibido es muy bajo, dicen. La mayoría usa su propio vehículo, muchos de los cuales no tienen placa de circulación. Solo llevan un letrero que dice SMAPA.
Y así, entre el riesgo de un accidente por el tráfico vehicular y el desprecio de la gente que los recrimina por yerros, pero no reconoce sus aciertos, los valvulistas sin válvula de escape avanzan cumpliendo su deber, aunque nadie les dé las gracias, mucho menos su Navidad.
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