"¿Qué trámite va a realizar?" Preguntó el vigilante privado de la oficina de Telmex ubicada sobre la 1a Sur entre 2a y 3a Oriente de la capital chiapaneca. "Una cancelación de servicio", dijo Misael. "¿Trae el módem y el eliminador de corriente?" agregó el policía portero. Misael asintió con la cabeza.
Al ingresar sintió nostalgia. La oficina vacía. Las cajas igual. Recordó cuando 13 años atrás contrató el servicio. La oficina lucía llena de usuarios y personal.
De inmediato fue atendido, no esperó nada. Nada que ver con las terribles esperas a que fue sometido durante las veces que falló su servicio y lo reportó. Ahora estaban cambiando, pero demasiado tarde.
"¿En qué le puedo servir?" preguntó el ejecutivo. Misael entregó el módem y el eliminador de corriente. "Cancelación", dijo. El ejecutivo estaba cabizbajo, triste. El ambiente era fúnebre, silencioso, triste, por las despedidas. Habían despedido personal por las ventas a la baja. Afuera, la lona colocada por los ex trabajadores sindicalizados despedidos indicaba eso. Adentro, el ambiente solitario lo reafirmaba.
"¿Por qué se va?" preguntó triste el ejecutivo. "Como en el matrimonio, se murió el amor", dijo Misael, también triste. Su expresión tenía doble aplicación. Se refería a la terminación de su relación con Telmex, pero también a la ruptura inminente de su relación matrimonial. En ambos sectores hubo descuidos, desatenciones. Y la factura llegó.
Misael se estremeció aún más al escuchar a una mujer de la tercera edad, que en la caja contigua a donde estaba explicaba el motivo de su cancelación. "Falleció mi esposo, el titular, no tengo cómo pagar. Venderé ls casa".
Esa despedida sí que fue dolorosa. Ese motivo de cancelación sí que le dolió al ejecutivo y a Misael. Afuera, en la fila, de cada 10, siete estaban por cancelación, la mayoría por el mal servicio recibido.
Misael sintió un nudo en la garganta. Por su mente pasaron varias escenas de separación y se estremeció. Quiso llorar. Recordó cuando su padre falleció en un accidente, siendo él apenas un niño. Evocó el momento en que su hermano murió. Su mente voló al momento en que su novia amada lo dejó por otro y cuando lo despidieron tras 20 años de labores.
Ahora veía su hogar a punto de desplomarse y quiso llorar. Las despedidas duelen. "Pensé que iba a estar contento con divorciarme de Telmex, pero no fue así", dijo Misael.
La "otra", la competencia con quien Misael se va, no debe confiarse ni celebrar. El promotor de ventas presionó vía telefónica a Misael para comprar un paquete caro. "Soy casado y voy a consultar con mi esposa", dijo el cliente potencial. Miguel Ángel, el vendedor, se equivocó. "No tiene que consultar a nadie, ¿a poco su mujer le consulta cuando va a comprar calzones?" dijo el mal vendedor. Misael le colgó. Lo cortó. Hizo bien.
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