Se conmovió hasta las lágrimas al ver la escena de la Pasión de Cristo. Le dolió ver morir al gatito recién nacido que había rescatado.
Sus ojitos tristes contemplan la cajita de cartón, en cuyo interior yace inerte, rígido el menudo cuerpo de un gatito, su gatito. Y llora. Discreto, en silencio, pero llora. Le duele ver a su gatito sin vida. Las hormigas intentan entrar a la caja y Gibrán las ahuyenta.
Cuando el sol le da a la caja, el niño la mueve a la sombra. Cuida aún del gatito como si viviera, como si aún sintiera. Gibrán no quiere comer, ni jugar, ni ver caricaturas. No disimula su tristeza. Por fin, luego de tres días de luto se despide del gatito y lo inhuman.
En compañía de su familia, Gibrán de ocho años de edad, llegó a la iglesia ubicada en la colonia Moderna. Mientras los demás participaban del culto, el niño se la pasó afuera. No era normal, él siempre participa de la adoración.
Al terminar el culto, Gibrán llamó a su padre y le dijo con tono suplicante: "Por favor papito, llévalo a la casa, aquí se va a morir". Bajo la grada, mojado en sangre, solo, temblando de frío, estaba un gatito. Su llanto apenas se oía. Estaba muy débil.
Ya en casa, Gibrán envolvió con un trapo al gatito y lo alimentó con jeringa. Apenas abría su boquita para succionar. Ilusionado Gibran hacia planes para su gatito. "Cuando sea grande le haré una casa grande. Jugaré con él", decía y le buscaba nombres.
Sus padres lo observaban en silencio. El doctor le ha prohibido tener mascotas porque está propenso a sufrir asma. Pero el gatito lo cambió. Desdeñando el riesgo pasaba mucho tiempo junto a la cajita. De contrabando la metía a su cuarto y dormía junto a la cajita. Madrugaba para ver si estaba bien. Lo arropaba y alimentaba. "Este niño vale oro", dijo el anciano de la Iglesia al saber del rescate del gatito.
El anuncio de la película La Pasión de Cristo ilusionó también a Gibrán. Contaba los días y las horas. Y cuando la vio, comenzó a llorar. Contemplar a Jesús azotado, escarnecido, traspasado, le removió su ser entero y lloró.
Le dolió mucho ver morir a Jesús y también a su gatito recién nacido que había rescatado. Jesús resucitó. Su gatito, no.
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