Su talla y peso retardó su nacimiento, lo cual le causó daños cerebrales.
La casita construida con madera de pino mide cuatro metros de ancho por seis de largo. Las polillas amenazan con acabar en breve con el único patrimonio de la humilde familia integrada por los padres y dos hijos. Se asentaron en una invasión, en la colonia Aires del Oriente 2a Sección porque no tienen dinero para comprar un lote regular.
El jefe de familia, Caralampio, nos recibe a la entrada. La charla gira en torno a su trabajo: vende raspados desde hace cinco años. Hace una década radican en Tuxtla Gutiérrez. Durante el primer lustro Caralampio, dice, hizo de todo para subsistir. "Sé de tortillería (maquinista), pintar casa y otras cosas", subraya. Y sus ojos se iluminan. No es por el recuerdo de sus oficios, sino porque al patio ingresa Luis Enrique, su hijo mayor.
Luis se acerca y abraza a su padre. Luego me sonríe. Su sonrisa es limpia, diáfana, pura, inmarcesible como la de un bebé. Señala su pantalón y luego el mío. Se parecen. Y vuelve a sonreír.
Caralampio sigue contando de su vida, los avatares, yerros cometidos por su inexperiencia en la ciencia de la vida y en su debut como padre.
Luis interrumpe cortés con una sonrisa renovada, tan pura y candorosa como la primera. Me abraza y señala su sandalia y luego la mía. Expresa un sonido como queriendo decir "se parecen".
Luis es alto. Mide casi 1.75 de estatura. Pero su grandeza física es apenas pálido reflejo de su magnanimidad interior. Eso lo atestiguan y confirman quienes lo conocen.
"Mi hijito es lindo. A pesar de su discapacidad no es agresivo, ni en casa, ni afuera. Es muy respetuoso. Y cariñoso.... Ah, y trabaja", dice Caralampio.
En sus manos Luis Enrique sostiene el kilo de tortilla que fue a comprar con las monedas que ganó. Sirve como "viene viene" en las tiendas de conveniencia, en Tuxtla Gutiérrez.
Caralampio mira a su hijo que sigue parado junto a nosotros, oyendo la charla y sazonándola con su sonrisa carismática y bienhechora.
Lanza un suspiro y agrega: "Mi hijito nació enfermito. No está malito, como dicen unos. No es malito, es buenito. Enfermito sí es", reitera. Hace una pausa como para reprimir el traicionero llanto que amenaza con aflorar. Caralampio mira al cielo como buscando una respuesta a la quemante pregunta que taladra hoy, como hace 30 años, su feble mente "¿por qué mi hijo?".
Somos de San Agustín, Comitán, dice Caralampio. Y aunque tímido, se explaya en la narrativa de su debut como esposo y padre.
"Yo no sabía nada de la vida. Era primerizo. Mi suegra estaba afanada con que su hija se aliviara con partera. Y así fue. Pero la partera no pudo. El niño venía muy grande y mi mujer es pequeña, chaparrita. Se complicó todo". Pausa obligada, porque una lágrima está a punto de asomar por los ojos cansados de Caralampio. Quizá ha llorado mucho ya.
"La partera nos dijo que fuéramos al hospital. Fuimos, pero en el transcurso fue el problema..." Luis nació pasado de tiempo. Eso le causó problema cerebral. Y ahora sufre las secuelas.
Caralampio cuenta que en su natal Comitán, luchó porque el DIF apoyara a su bebé, con atención médica o terapias. "Nunca me hicieron favor", dice triste, pero sin rencor.
Y muestra la cajita del medicamento que toma Luis: Fenitoina tabletas de 100 mg. Lo compra genérico por lo más barato, pero el de patente le sirve más. "Con esa"(patente) basta una diaria, con la barata (similares) necesita dos diarias".
Si usted desea apoyar a Luis Enrique con su medicamento, puede visitarlo personalmente en su casa ubicada en Calle Tres Marías esquina Gardenias de la colonia Aires del Oriente 2a Sección o llámele por teléfono a Caralampio, su papá, al 9614497729 (sólo llamadas, no tiene wathsap).
El enorme muchacho se agacha para entrar. Es alto, es grande.
Y Caralampio suelta como colofón de la entrevista: "Mi hijito nació grande". El padre se refiere a los 5.5 kilos de peso y casi 62 centímetros de su hijo al nacer.
Pero si bien el padre se refiere al tamaño y peso extraordinario de su bebé, en la frase está implícita de forma tácita la grandeza de espíritu de Luis, que es magnánimo.
Quizá Luis heredó la grandeza de su padre. Caralampio es el personaje que se hizo viral el pasado 1 de mayo del 2022. Es que un día antes, el 30 de abril, regaló raspados a las niñas y niños de su colonia. Lo hizo también el 10 de mayo con las madres. Caralampio y Luis, padre e hijo, tienen un enorme corazón que no les cabe en el pecho. Ambos son grandes, magnánimos.
Luis nació grande... Y es grande.
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