Su rostro luce serio cuando la señorita le pide prestada una pluma. "Claro, pero está nueva, no me lo vaya a quebrar", dice y ambos sueltan la carcajada. Era una broma. El lapicero está quebrado. Es alegre, pero respetuoso con las damas. Es muy trabajador. Es Juan Manuel, el bolero y zapatero de los policías estatales.
— Hola hermano Manuel — Dice un hombre vestido de civil. Es policía, pero administrativo.
—Qué hay — dice el hombre sentado al pie de un árbol que le da sombra en tiempo de sol y le cubre de la lluvia cuando Tláloc llora.
El policía no dice más y coloca el pie sobre la caja de madera. Estuvo esperando su turno. Llegó a bolearse su calzado. Es la Base Satélite, las oficinas de la Secretaría de Seguridad y Protección Ciudadana (SSyPC).
Manuel suspende un momento su labor y comienza a limpiar el calzado aplica crema y luego pregunta "¿brío?" (sic). "Sí, por favor". Y se oye el clásico rechinar del trapo al contacto con la piel del zapato.
El cliente se va satisfecho. Luego irá a hacer fila a la oficina de credencialización. Están renovando credenciales.
Juan Manuel se sienta frente a los cajeros automáticos de Banorte. Cada quincena ve las filas de policías que cobran su sueldo. "Yo me conformo con lo que caiga. Dios no me deja sin comer", dice.
Entrado en confianza, dice que él tuvo "buen dinero". "Estuve en Estados Unidos. Conozco Tampa, Florida, Carolina del Norte, Ohio, Virginia. La hice de todo. Jardinería, carpintería. Lo mejor pagado es construcción y carpintería", dice. "Pero lo que me dejaba buen dinero era acarreo de piedra del río. Me daban hasta 200 dólares por cuatro horas. Imaginate, ganaba cuatro mil pesos en mediodía. Como diputado", y suelta la risa.
Aclara que también así se gasta. Es caro todo. La comida y la renta. "Si no sabes ahorrar lo gastas todo", precisa.
Cuenta que él se fue de "mojado" siendo un joven de 18 años de edad. Estuvo siete años. Ahorró para construir su casa en su natal San Juan Chamula. Se casó. Tuvo siete hijos e hijas.
"Ora ni loco me iría. No lo recomiendo a los que tienen familia, su mujer. Que no se vayan. Es peligroso. Allá hay perdición y dejar la mujer solita también es peligroso. Un mi conocido estuvo siete años y la mujer le dijo o venís o busco otro hombre. Y tuvo que venir rápido", dice y vuelve a reír.
Juan Manuel se pone serio y hasta triste. Refiere que salió de San Juan Chamula. "Se puso peligroso. Por cualquier cosa echan gasolina. Amenazan y encierran por ser de otra religión", asegura.
Es que su familia y él se volvieron pentescosteses. Los católicos son radicales. Persiguen a los que salen del catolicismo, dice. "Como Pablo", asegura y ríe.
Sus manos siguen cambiando la suela de unas botas de policía. También arregla cierres de mochilas, botas, de todo". Hay que buscarle", dice.
Los clientes siguen llegando. Aunque al otro lado de la base policiaca hay un joven que también bolea, la mayoría busca a Juan Manuel. El amigo y hermano.
Juan Manuel llegó a la SSyPC en lugar de los jóvenes que estaban antes. Se fueron a probar suerte a Estados Unidos y se quedaron. "Creo ya agarraron su gringa o su gringo", dice Juan y suelta otra carcajada. También ellos son de San Juan Chamula.
Los policías, hombres y mujeres, van y vienen. Unos saludan a Juan, otros le llevan trabajo. Es alegre, pero respetuoso con las damas. Es muy trabajador. Es Juan Manuel, el bolero y zapatero, el amigo y hermano de los policías estatales.
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