— ¡Abran paso a la ambulancia!
Las sirenas de las unidades de rescate y auxilio prehospitalario lloran lastimeras.
Cientos de personas se arremolinan en el lugar. Unos en vez de ayudar estorban, son sólo curiosos. La mayoría coopera, son solidarios y se duelen por el dolor ajeno. Todos somos hermanos.
Los hermanos tabasqueños sólo fueron a Tila a la fiesta religiosa. Salieron de Cunduacán y Nacajuca movidos por su fe, llevados por el fervor. ¿Cómo explicarles a los heridos, a los familiares de los fallecidos, que Dios estaba y está con ellos, a pesar de lo ocurrido? ¿Cómo descorrer el velo del misterio divino y hallar la respuesta que quema la mente y el alma?
Los cuerpos inertes yacen sobre el asfalto cubiertos con las sábanas y cobertores que llevaban a bordo. Varios iban durmiendo. Ya no despertaron, no vieron el amanecer de este viernes.
Descansen en paz, los hermanos y hermanas de Tabasco.
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