Quien debería pedir ayuda, la dio a una familia que está más necesitada que él.
Rompiendo todo paradigma y contra la lógica humana, quien debería pedir ayuda, la dio a una familia que está más necesitada que él. Una vez más Caralampio abrió su corazón, sus manos y sus bolsillos. Él es un cristiano que habla poco con los labios, y más con buenas acciones. Estuvo regalando raspados a quienes llevaron un poco de ayuda en especie o efectivo a una pareja de ancianito. El también les dio despensas. Predicó el mejor sermón, con acciones de amor.
Sentados en el patio de una humilde casa, en la colonia Aires del Oriente 2a Sección, una pareja de ancianitos espera que llegue la ayuda. Sin muchos medios de publicidad, se corrió la voz que "en casa de don Caralampio están regalando raspados". Lamentablemente se omitió decir que "es a cambio de un poco de ayuda en especie o efectivo". Y aun así Caralampio les dio su raspado.
Caralampio tiene un hijo con discapacidad, Luis Enrique, él también necesita ayuda, pero padre e hijo, tienen un enorme corazón que no les cabe en el pecho. Ambos son grandes, magnánimos. Y ayudan a otros. Esta vez no fue la excepción.
La pareja de ancianitos no tiene nada para comer. Viven solos, desamparados. Entonces Caralampio, quien es director de Diáconos en la iglesia Adventista de la colonia Aires del Oriente donde vive, decidió actuar. Ofreció dar raspados gratis a quien donara ayuda para la pareja necesitada.
Su hija transmitió en vivo. Pocas personas y también de escasos recursos, llegaron al lugar. Una mujer no llevó nada, pero dio consejos a la pareja, y recibió su raspado gratis.
"Salgan a recoger PET en la calle", les dijo. Y ellos le hicieron caso: Ya están recogiendo botes. "Además tienes tus hermanas: La Chela, la Candelaria y María Elena, las tres tienen tienda y no los reciben" dijo la mujer que los conoce de hace mucho tiempo.
"La vida es as", dice un anciano. "Los hijos no nos visitan", afirma. "Pues se deben quejar con la autoridad" agrega la mujer. "Pero eso sería como piedra en el zapato, a la fuerza y no es así", repone el senil.
"Tenía un hijo, trabajaba en una empresa, tuvo un accidente y quedó pensionada y la familia le quitó la pensión", explica la consejera.
Dos niños llegan con una bolsita de pasta para sopa. Es conmovedora la escena. Son gente muy pobre, pero generosa. Claro, a cambio reciben algo. Los pequeños regresan a casa con cuatro raspados de 10 pesos, hubieran gastado 40 pesos si los hubiesen comprado, gastaron 10 pesos y salieron ganando.
La lógica humana dice que el unico que "pierde" ahí es Caralampio. Gasta hielo, saborizante, desechables, tiempo. ¿Qué gana? ¿Por qué hace esto?
La repuesta está en que Caralampio ama a su prójimo. Y piensa en ellos antes que en sí mismo. Y aunque tiene muchas carencias, siempre busca ayudar a quienes están más necesitados que ellos.
En la iglesia a la que asiste aprendió que Jesús vino a servir y no a ser servido. Y él emula al Maestro. Como director de diácono sirve en el templo, pero como cristiano sirve en todo lugar y en todo tiempo.
Hoy hubo poca respuesta, pero la pareja que recibió la ayuda regresó feliz a casa. Les reconforta pensar que si bien su familia de sangre los ha desamparado, hay personas como Caralampio que los llaman hermanos y con empatía procuran su bienestar, desinteresadamente.
Caralampio, el padre de Luis Enrique, nos recuerda que su hijo es grande. Si bien se refiere al tamaño y peso extraordinario actual y de cuando era bebé, en la frase está implícita de forma tácita la grandeza de espíritu de Luis y del padre. Es magnánimo. Luis nació grande... Y es grande.
La casita construida con madera de pino mide cuatro metros de ancho por seis de largo. Las polillas amenazan con acabar en breve con el único patrimonio de la humilde familia integrada por los padres y dos hijos. Se asentaron en una invasión, en la colonia Aires del Oriente 2a Sección porque no tienen dinero para comprar un lote regular.
Caralampio sigue contando de su vida, los avatares, yerros cometidos por su inexperiencia en la ciencia de la vida y en su debut como padre.
Luis es alto. Mide casi 1.75 de estatura. Pero su grandeza física es apenas pálido reflejo de su magnanimidad interior. Eso lo atestiguan y confirman quienes lo conocen.
"Mi hijito es lindo. A pesar de su discapacidad no es agresivo, ni en casa, ni afuera. Es muy respetuoso. Y cariñoso" dice Caralampio.
Somos de San Agustín, Comitán, dice Caralampio. Y aunque tímido, se explaya en la narrativa de su debut como esposo y padre.
"Yo no sabía nada de la vida. Era primerizo. Mi suegra estaba afanada con que su hija se aliviara con partera. Y así fue. Pero la partera no pudo. El niño venía muy grande y mi mujer es pequeña, chaparrita. Se complicó todo". Pausa obligada, porque una lágrima está a punto de asomar por los ojos cansados de Caralampio. Quizá ha llorado mucho ya.
"La partera nos dijo que fuéramos al hospital. Fuimos, pero en el transcurso fue el problema..." Luis nació pasado de tiempo. Eso le causó problema cerebral. Y ahora sufre las secuelas.
Caralampio cuenta que en su natal Comitán, luchó porque el DIF apoyara a su bebé, con atención médica o terapias. "Nunca me hicieron favor", dice triste, pero sin rencor.
Ahora piensa intentarlo de nuevo. Luis requiere apoyo médico. "Las convulsiones son más frecuentes. Cae (Luis) donde esté. Con medicamento se controla un poco. Le da (convulsiones) más lejos", agrega.
Y muestra la cajita del medicamento que toma Luis: Fenitoina tabletas de 100 mg. Lo compra genérico por lo más barato, pero el de patente le sirve más. "Con esa"(patente) basta una diaria, con la barata (similares) necesita dos diarias".
Luis heredó la grandeza de su padre. Y Caralampio refleja el carácter de su Padre celestial. Es cristiano. Habla poco de amor, pero lo vive. Él es el mejor sermón.
No hay comentarios:
Publicar un comentario