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miércoles, 26 de octubre de 2022

PUERTO ARISTA / Y el mar sigue allí: imponente, desafiante, constante... avasallante


Y el mar sigue allí, imponente, desafiante, constante... avasallante. Es una imagen que puede significar distintas situaciones para distintas personas con distintos estados de ánimo. Este día para uno fue un reto, para otros, una contemplación de la hermosa creación y para muchos, una fuente de trabajo.

Luis, hospedado en el hotel Santa Fe, en Puerto Arista, salió de su cuarto luego de tomar café caliente con pan que una vendedora ambulante llegó a ofrecer hasta la puerta del hotel. Se encaminaron hacia la playa, era su oportunidad. Un día anterior llegaron tarde y no pudieron disfrutar de la playa, tampoco de la alberca del hotel. Ahora enfilaron sus pasos hacia la playa y allí comenzaron a caminar descalzos sobre la arena. Necesitaban sentir esa acción relajante, olvidarse del estrés, del trabajo, de la rutina de la ciudad y comenzaron a caminar.
Mientras su esposa e hijos se tomaban fotos, Luis se fue a la orilla para descansar un poco bajo la sombra de una palmera. Cuando Luis estaba descansando, se acercó una señora para ofrecerle comida. Era la sobrina de Juan "Changuito" Ulloa. "Le damos un platillo de cortesía", ofreció una vez. Luis dijo "gracias, no por el momento". Se acercó otro vendedor de las palapas aledañas y Luis volvió a rechazar la invitación.
Luis y su familia avanzaron por la playa. Una tercera persona intentó ofrecerle sus servicios y Luis lo volvió a rechazar. Es que no era el momento adecuado, ellos acababan de comer un poco y no tenían hambre.
La familia de Luis se queda contemplando el mar, tomándose más fotos y él se aleja un poco más. Le llama la atención un hombre que se encuentra internado en el mar, unos 20 metros. Le preocupa que este hombre pueda ser arrastrado por las olas, le inquieta que tal vez esté pensando en suicidarse y voltea hacia el módulo de vigilancia, donde un par de salvavidas también observan, pero están tranquilos, no se mueven. Es que estos salvavidas ya conocen al hombre, es un habitante de Puerto Arista que conoce el mar y la playa a la perfección. Así que este hombre confiadamente se ha metido unos 20 metros. Sabe que hasta allí puede llegar. Es temerario, es valiente, atrevido, pero precavido. Sabe las limitantes, sabe del peligro de internarse más allá y se queda justo en el lugar.

Para este hombre el mar implica un desafío y decide aceptar el reto, pero con precaución: se ha quedado en ese lugar y tiene su estrategia para enfrentar las olas. Cuando vienen hacia la orilla, él salta para encararlas. Es su modo de amortiguar el golpe y evitar que sea derribado, arrastrado y probablemente ahogado. Así que cada vez que las olas llegan él salta y allí sigue. A veces nada un poco hacia la orilla y luego regresa al mismo lugar. Es cierto que Puerto Arista tiene puntos peligrosos, pero él eligió ese lugar porque allí hay vigilancia de salvavidas. Uno de los módulos está más hacia el poniente, es de Protección Civil. Otro está más al oriente, es de la Fiscalía del Estado y allí es justo donde el bañista se encuentra, es allí donde Luis y su familia también se detienen.
— Jefe buenas tardes, le vengo a ofrecer el mejor sazón de Puerto Arista, lo mejor de las palapas, el mejor servicio y mejores precios está en Playa Linda. Puede usted verificarlo, entre a Facebook y verá nuestras publicaciones y los comentarios de los clientes satisfechos.
Maykol es un joven delgado, alto, de ojos claros, tez apiñonada por el Sol y cabellos ondulados. Es amable, carismático y perseverante. Luis le ha dicho " no, gracias, pero vuelve a ofrecer los servicios de Playa Linda.
—Mire jefe, usted puede disfrutar de las hamacas y no va a pagar un peso. En otro lado se lo cobran, usted puede disfrutar del chapoteadero para sus hijos y no pagar un peso; en otro lado se lo cobran. Usted no pagará nada por la mesa y las sillas, solamente pagará el consumo.
Luis sonríe y dice “gracias, más al rato tal vez ". Maykol insiste, persiste, sigue y prosigue en su labor de vendedor. Lo aprendió no en un curso de mercadotecnia, pero sí a través del tiempo. Aunque es joven, Maykol ya tiene una buena trayectoria como vendedor, pero más aún como pescador.
—Yo sé lo que le digo, jefe, tenemos el mejor sazón, nuestros productos son frescos, del día. Tenemos camarones grandes, si usted gusta son de granjas avícolas o también del mar, yo le recomiendo los del mar, yo fui pescador, desde adolescente me iba a los barcos camaroneros, pero ahora he decidido ser vendedor, tengo una familia y cuido de ellos, ya no me arriesgo tanto.
Maykol insiste, pero al ver que Luis persiste en su negativa y le dice "gracias", se retira, no quiere ser inoportuno, terco ni parecer ofensivo con su insistencia.
Luis sigue observando al hombre que desafía al mar y sigue volteando hacia los salvavidas que permanecen tranquilos. Poco después Maykol regresa, esta vez con las cartas de los platillos.
—Jefe, si usted quiere entrar al agua puede hacerlo, pero tenga cuidado, no se meta más de 7 o 10 metros porque ya después es peligroso. Vea ese hombre, entró unos 20 metros, pero porque él conoce el lugar, él sabe cómo enfrentar las olas hasta ahí, pero usted puede correr riesgos. Por favor no avance más de allá (y señala el lugar a unos 10 metros) y si quiere entrar más allá y tiene problemas, agite las manos y los salvavidas correrán hacia usted.
Luis sonríe, agradece. "No, no voy a entrar, no pienso entrar, aquí me quedo" responde. Maykol agrega.
— Sabe jefe, en Playa Linda somos buena gente, hemos ayudado a muchas familias que han venido de fuera a pasear y han tenido desgracias. Disculpe, usted ¿de dónde viene?
— De Tuxtla
—¿Allá hay bastante Covid verdad?
—Un poco.
—Aquí mire jefe, cero Covid, no hay ningún caso en Tonalá, menos en Puerto Arista, con confianza jefe.
Maykol tiene aliento alcohólico. Ha tomado algunas cervezas, quizás para tener valor al ofrecer los servicios a los visitantes, tal vez sea porque se lo dan gratis por ser empleado de la palapa o tal vez ingirió alcohol para mitigar sus penas, sus preocupaciones familiares o laborales. Luis lo nota pero no le dice nada. Maykol agrega
—Hemos apoyado a personas que han perdido sus familiares. Les damos alojo, comida. Lamentablemente se meten al mar sin saber nadar o después de haber comido. Y mueren. El mar los devuelve al tercer día. Lo saca a la playa. Mientras la familia espera y los apoyamos.
Luis está maravillado por la charla con Maykol, que ha dejado su labor de venta y se ha convertido en un amigo. Agradece el buen gesto y realmente quiere ir a comprar con su familia, ahora si quiere consumir en Playa Linda. Michael ha traído la carta y les muestras los precios: "mire, son los más económicos, tenemos cerveza y si no toma tenemos jarras de jugos a 80 pesos o refrescos embotellados a 20 pesos. Mire los mariscos están excelentes, las mojarras a 150 la pequeña, 180 la mediana y 220 la grande. Le recomiendo la grande, la puede partir para dos personas".
Luis ya está listo para seguir a Maykol, pero la esposa mueve la cabeza. Le dice que espere. "Que nos dé un poco más de hambre", dice.
Maykol termina su relato de venta diciendo "ahí los esperamos jefe, recuerde no va a pagar chapoteadero, la hamaca ni el servicio de mesa. Tenemos el mejor sazón, los profesores y los que saben nos recomiendan", concluye.
Se retira y cuando ya está por llegar a la palapa, regresa y le dice a Luis. "Jefe de verdad, queremos servirle, pero más al rato ya no podremos, vamos a cerrar temprano. Tenemos un pedido que entregar a un hotel, hay un evento especial y vamos a entregar cena, así que no tendremos tiempo más al rato para servirle".
Maykol se despide, Luis agradece y sigue mirando al temerario bañista. Sus hijos ya están un poquito mar adentro y entonces una ola fuerte los alcanza y los tira. Todos gritan y Luis corre a rescatar a sus hijos. Los salvavidas están por bajar corriendo también, pero al ver que todo está bajo control regresan a sus puestos de vigilancia.

Luis regresa al hotel para disfrutar de la alberca. Se quita toda la arena del cuerpo, pero no puede quitarse de la mente la escena del hombre que desafió al mar y la imagen de Maykol, que fue persistente, perseverante en su relato de venta. Y aunque al final ya no consumieron con él porque ya habían cerrado la palapa, quedó plenamente convencido y decidido a ir con él en su nueva visita. Le enseñó una lección de perseverancia. La misma lección que después le daría Juan "Changuito" Ulloa, donde finalmente consumieron. Y al final sí les dieron el platillo de cortesía y un precio igual o mejor que el que Maykol les ofrecía.
— Ese Maykol es tremendo - dice Juan "Changuito" Ulloa. Lo conoce muy bien, es su vecino.
Juan Ulloa es otro hombre perseverante, tenaz. A sus 76 años de edad ha tenido cuatro veces más de experiencias y desafíos que Maykol y a todos los enfrentado. Juan se ha internado al mar de la vida no 30 metros, no 60 metros sino 76 años, durante los cuales ha surcado el océano de la existencia y ha enfrentado nubarrones, tempestades, noches borrascosas, pero ha salido vencedor, como cuando tiró siete veces al campeón Romeo "Lacandón" Anaya.
Puerto Arista es ideal para descansar, pero también para obtener lecciones de vida, como las que Maykol y Juan nos regalaron.
Y el mar sigue allí imponente, desafiante... avasallante. Ese mar que para unos es un desafío, como lo fue para el bañista turulo. Para otros es una oportunidad de contemplar la majestuosa creación, como lo fue para Luis y su familia o bien es un área de trabajo, una fuente de ingresos como es para los pescadores, para los vendedores de las palapas o para los salvavidas de Protección Civil y de la Fiscalía.

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