Despachadora de combustible prohíbe que hagan llamadas en el lugar, pero ella lo hace.
"No se vale, está mal lo que hace y de paso nos lleva entre las patas", dice Rubén, molesto, mientras espera en la fila de autos para cargar en la bomba que es atendida por una fémina.
Todas las bombas despachadoras están ocupadas, pero especialmente en la que va Rubén está muy larga la fila y es precisamente en donde atiende una joven que recibe una llamada telefónica y contesta.
El automovilista que carga combustible en ese momento se desespera porque la joven no le despacha, y cuando por fin empieza a cargar y termina de llenar el tanque, está no le cobra.
El joven voltea desesperado a todos lados. Igual de desesperados lucen los automovilistas que ven impacientes e impotentes como la joven realiza la llamada telefónica, mientras los demás esperan su turno de cargar combustible.
Cuando por fin la joven termina de hablar vuelve a sus actividades. Le cobra al joven y éste se va molesto. Igual de molestos quedan los demás automovilistas que tuvieron que esperar demás.
"¿No se supone que está prohibido hacer llamadas en la gasolinera?" dice Rubén. Hay un mensaje disuasivo y restrictivo en el lugar que prohíbe precisamente eso, porque según es peligroso. "Pero ¿y por qué ella lo hace?", dice Rubén refiriéndose a la despachadora. Aquí se aplica lo del proverbio que dice "consejo vendo y para mí no tengo". Se prohíbe a los demás que usen el teléfono mientras se carga combustible, pero esta despachadora lo invalida.
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