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martes, 11 de abril de 2023

SAN FERNANDO / El Chiturí anunció la mu3rt3 de Samuel

Llegó a gritar desesperado frente a la casa del jardinero. Horas después avisaron a la familia de su deceso.


—M4ldit0 Chiturí. Otra vez no falló. Como ahuizote vino a bailar y gritar —Exclama la vecina. Vivía a lado de la casa de Samuel, el jardinero que hoy salió feliz, con su moto y su hijo. Va a regresar sin vida. Esta noche será velado en su domicilio.
El casco partido, sobre el asfalto, fue símbolo del hogar fracturado. Se quebraba la columna de la familia, el jefe, el sostén y guía.
"Esos cascos deben ser prohibidos, los regalan al comprar las motos Italika, pero no sirven. Son puro unicel", comenta un peatón.
Es que al caer de la moto y dar contra el suelo, se quebró, no protegió la cabeza de Samuel y sufrió un severo traumatismo craneoencefálico. Murió minutos después del golpe. Su mano derecha cubrió su rostro.
Samuel Jiménez era un hombre saludable, lleno de vida. Alegre y jovial, recuerdan sus amigos en San Fernando.
Era oriundo de la colonia Francisco I. Madero, municipio de San Fernando.
Era de oficio jardinero. Hoy salió de casa para trabajar en Tuxtla. Regresaba cuando el camión pollero lo atropelló. Su machete quedó cerca de él. La moto y su hijo, lejanos.

El chofer del camión, en presunto estado etílico, fue atrapado frente a la iglesia de Juan Crispín. La patrulla de Tránsito Municipal se puso frente al vehículo para detenerlo.
El frío de San Fernando, fue figura del frío que recorrió el cuerpo de Samuel y de su familia. Ésta al enterarse de la fatídica noticia. Aquél al perder poco a poco el calor del torrente sanguíneo, de la vida. Se escapó al tiempo por la ventana de la eternidad. Ya no más presa de la materia y la temporalidad efímera.
Nadie en la colonia Francisco I. Madero acierta a descifrar el laberinto del dolor repentino y el misterio de la guillotina que cae impredecible e inmisericorde, cortando vida, sueños, relaciones.
Quien pudiera encontrar el antídoto para el dolor sin parangón de la familia enlutada, pero no lo hallan aún subiendo al cielo o descendiendo al profundo mar. Y los vecinos se limitan a decir "lo siento". Mentira piadosa. Nadie puede sentir realmente el dolor ajeno, en su dimensión total. Pero igual se conmueven... Y lloran.
El Chiturí se esfumó. Tal vez escondido en un árbol, sin saber lo que pasa. El sólo se dejó llevar, fue mensajero de malas nuevas. Un canto leve que anuncia la visita de un amigo o familiar, está vez fue un grito desesperado y reiterado: anunciaba la vista de un enemigo, un intruso... La muerte.
—M4ldit0 Chiturí. Otra vez no falló.

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