El vigilante de conocida pizzería da mucho más de lo que se espera de él.
Su retrato no aparece en la pared del negocio donde vigila. Allí están las fotos de los empleados más productivos del mes. Lamentablemente a veces la sociedad mide la valía de una persona por el dinero que puede generar y Antonio no encuadra en esta descripción. Su valor es intrínseco.
Antonio es humilde, es grande. Los grandes siempre son humildes. Él prefiere el silencio del anonimato y que sus acciones realizadas por amor y en fiel cumplimiento de su deber, digan lo que los medios y las personas generalmente no dicen ni reconocen. Él no busca reflectores, pero hoy se le hizo justicia. Alguien dio a conocer en redes sociales, y un importante medio televisivo lo retomó, su valiosa aportación al negocio donde vigila y a la sociedad.
La contribución de Antonio no se mide en términos económicos, sí en cuestión de principios y valores, que al final de cuenta trascienden al tiempo, al espacio, a la geografía, y son, en esencia, más relevantes y valiosos que lo material.
Antonio trabaja como vigilante privado en una pizzería ubicada en el Bulevar Belisario Domínguez de Tuxtla Gutiérrez, Chiapas. Llega con puntualidad. Viste con corrección y orgullo el uniforme. Su sueldo es bastante bajo. No por eso él trabaja a medias. Él no es como alguno de sus compañeros que pretextan "hacen como que me pagan, haré como que trabajo".
Antonio no se limita a cumplir la función de vigilar o abrir la puerta de la pizzería. No se preocupa por buscar la propina en el área de estacionamiento, como otros . Los ojos, la mente y el corazón de Antonio siempre están ágiles, prestos, buscando a quién ayudar.
Ciertamente Antonio abre la puerta de la pizzería y recibe con una cálida sonrisa a los clientes, que si bien llegan ávidos de satisfacer el hambre literal de su estómago, también requieren del alimento emocional para sus almas y espíritus atribulados. Y es Antonio quien sin palabra alguna, pero con una carismática sonrisa, les da la bienvenida al local comercial.
Antonio está en la entrada de la pizzería. De repente se mueve y corre hasta un vehículo que ya estaba en marcha para devolver un celular que había quedado olvidado en una mesa. Luego va al área donde los niños juegan en la isla lúdica del negocio citado. Les da recomendaciones para que no se vayan a caer y cuida que ninguno de ellos vaya a salir a la calle mientras sus padres degustan la pizza de su preferencia.
De repente, una familia termina de comer en el local. Sale y Antonio los acompaña para agradecer su visita y desearles pronto retorno. De repente, los ojos de Antonio se fijan en una mujer de la tercera edad que va a cruzar la calle para abordar un taxi. Antonio corre a acompañarla para ayudarle a cruzar la calle. La lleva hasta la orilla y solamente la deja cuando el taxi se detiene y ella aborda.
Más tarde, cuando las horas de la noche caen sobre la capital chiapaneca, Antonio observa a un niño en situación de calle que deambula por el lugar y llega a pedir comida en algunos establecimientos. Antonio le comparte lo poco que él tiene, pero se lo da de corazón.
Así, Antonio no es legalista. No se limita a realizar las labores que tengan que ver sólo con la vigilancia de la entrada. Él recorre la milla extra. El da más de lo que se le pide, más de lo que se espera de él. Así son los grandes... Siempre dan más. Viven para servir conscientes de que "el que no vive para servir, no sirve para vivir". La vida de Antonio es sinónimo de servicio, de entrega, de amor.
Antonio se da cuenta que alguien desea tomarle foto y él accede, no cuestiona ni reclama. Tampoco hace alarde ni se siente protagonista. Humilde posa para la foto. Amable, como siempre lo es. No se le dice para qué será, pero él sabe que no será para hacerle mal, pues él no le está haciendo mal a nadie.
Sabe que hay reporteros que hacen su trabajo como lo hace él también. Así que permite le tomen la foto. Y agradece. Es después que se entera de lo que ha ocurrido. Su foto se ha hecho viral a nivel estatal e incluso nacional. Es que la hermosa labor de Antonio es plausible, es encomiable. Debe reconocerse y estimularse.
Su foto sigue sin aparecer en la pared del local comercial como empleado del mes. Debería ser el empleado del año y no sólo en esa pizzería.
Al concluir su labor Antonio regresa a casa donde sigue brindando amor, cuidado, seguridad y protección a los suyos. No a cambio de un sueldo, lo hace por amor, porque tiene vocación de servicio. Es buen hijo, buen padre, buen hermano, buen ciudadano, buen vigilante. Es un hombre grande. Los grandes son humildes, Antonio lo es. Felicidades Antonio Espinosa Sánchez.
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