El Día Mundial del Migrante y del Refugiado lo festejaron, sin saber, en la capital chiapaneca.
Se atreven a hablar, pero con temor. Unos esconden su identidad desde el principio, otros posteriormente creen que revelarla les traerá problemas a ellos o a sus familiares y por eso hablan con cautela, a cuentagotas al principio. Abren su corazón posteriormente, se explayan un poco más dando rienda suelta a su dolor, a su tragedia interior. Ser migrante no debiera ser sinónimo de temor, pero lo es para ellos: han enfrentado peligros de muerte y ahora en Tuxtla Gutiérrez, Chiapas se sienten un poco más tranquilos y seguros. Incluso han recibido atención médica y alimentos, esporádicamente por parte de grupos altruistas. Así celebraron, sin saber, el Día Mundial del Migrante y del Refugiado.
"¿Tú eres Edgar?", preguntamos a un joven que se resguarda bajo la sombra de una lona, del fuerte calor. Amaneció nublado, luego el calor era intenso. El joven fuma un cigarro nervioso, nos observa al tomar fotos a los migrantes atendidos por un grupo de voluntarios paramédicos.
Es durante la transmisión en vivo que una mujer de nombre Mari pide al reportero que pregunte por Edgar, que sin duda se encuentra en el lugar y como muestra indica "el de la bicicleta amarilla". Ciertamente junto a unas carpas se encuentra una bicicleta de color amarillo, es un misterio cómo la mamá sabe que su hijo tiene una bicicleta de ese color, pero no sabe dónde se encuentra su hijo y ahora pregunta por él.
Por ello nos dirigimos al joven que se encuentra cerca del biciclo y le preguntamos por su nombre. Él niega al principio "no soy yo", dice. Pero cuando se entera que su madre lo busca y le decimos su nombre, él reconoce que sí es Edgar y pide hablar con ella. La mujer proporciona su número de teléfono en los comentarios de la transmisión, pero Facebook lo bloquea y oculta.
Nos damos la vuelta y Edgar desaparece misteriosamente. Al acercarnos a la carpa donde se encontraba, no está, pero en la tienda de campaña aledaña hay un hombre de la tercera edad que vigila celosamente la carpa y la bicicleta de Edgar, luego sabremos que es su amigo, su compañero de viaje.
Encontramos a Edgar sobre la 16 Sur, más hacia el oriente, está en con un grupo de migrantes que escucha una reflexión bíblica de un predicador callejero. Edgar ha ido por agua para beber, pero se queda escuchando un momento la conversación en espera de que le den algún apoyo. Suelen hacerlo los grupos de evangelistas. Como no recibe nada, Edgar sigue su camino cargando un botellón de 4 litros con agua purificada, alguien le vendió un poco.
Se dirige a su carpa y entonces su amigo le dice "ví a este hombre que miraba tu carpa". Sí, le decimos, te buscábamos Edgar para pedir tus datos y contactarte con tu madre. Edgar pide lo imposible, que nos contactemos con su mamá y luego se lo pasemos. Su madre está preocupada porque hace dos meses no sabe nada de Edgar y él explica "es que se descompuso mi celular y ya no pude hablarle ni contestarle."
Cuestionado sobre su origen, Edgar dice "soy mexicano", pero inexplicablemente está mezclado con migrantes, lo cual se le pregunta "¿viajas con ellos?", y él dice "no". ¿Irás con ellos en la caravana?" se le pregunta de nuevo. "No", repone Edgar, "yo viajaré en autobús, sólo estoy esperando para sacar lo del teléfono y para mi pasaje". Asegura que su madre lo espera en la Ciudad de México.
A todas luces Edgar oculta la verdad, pero no insistimos, y luego cambiamos la conversación hacia su amigo, el hombre de la tercera edad. Él al principio dice su nombre, su identidad real, pero posteriormente pide guardar el anonimato. Explica la razón.
Confiesa ser amigo de Edgar que a estas alturas ya le ha dado un poco de agua en un bote. El sexagenario (a quién llamaremos Abner) dice ser oriundo de Venezuela, de donde salió hace mes y medio. Es un viaje muy largo, su plan es llegar a los Estados Unidos y alcanzar a su familia, reconoce.
Ante la pregunta "¿piensas quedarte en Tuxtla?" Abner dice "no, solo estoy esperando que se me apruebe la cita para continuar mi camino, es una espera aleatoria, es como una lotería, incierto", asegura y señala hacia donde se encuentra el grueso de los migrantes. Afirma que todo el grupo está en la misma condición, la mayoría son de Venezuela. "La presencia del testimonio de los que estamos aquí, eso es lo que está viviendo Venezuela, sin agregarle más", puntualiza. Sin preguntarle, suspira y agrega: "Necesitamos volver a ser lo que éramos antes, un país libre y próspero".
El venezolano cuenta que pasó por el valle de la muerte, el temible Tapón del Darién. Abner vivió el peligro, olió la muerte. Abundan los cadáveres nauseabundos, dice. Sobre uno de ellos encontró una Biblia: alguien falleció leyendo las sagradas escrituras.
[10:05 p.m., 30/9/2024] Avisain Alegría: Otros migrantes viajan en familia, con niños de pecho, en brazos o algunos que ya caminan. Todos han enfrentado un calvario, serie de peligros, pero no quieren, no pueden permanecer en sus países. Hay algunos que eran profesionistas, estaban a punto de jubilarse, pero en Venezuela la jubilación son tres dólares, aseguran. Los vehículos están guardados por falta de combustible, es un infierno, por ello huyen buscando una vida mejor.
Algunos hicieron escala en Brasil y de ahí viajaron hacia México. En una cosa coinciden, sean de Venezuela o de otro país, van a seguir hacia el norte del país y piensan llegar a la Unión Americana. Nada ni nadie los detendrá en su determinación de buscar nuevos horizontes, nuevas oportunidades para ellos y sus familias. Es un éxodo obligatorio, aseguran.
Muchos recibieron curaciones en los pies, los tienen llagados, ampollados por caminar. Deben estar en buenas condiciones para seguir el camino. Varios se preparan, en pocos días podría salir la caravana y quizá más adelante se separen los caminos de Edgar y su amigo venezolano Abner. Más adelante podrán encontrar nuevos amigos. La vida es así, de encuentros y desencuentros. La vida es una migración continua... Todos vamos de paso.
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